Wednesday, July 12, 2006

TITO LIVIO "Historia de Roma"

La historia de la Roma arcaica y antigua tiene en Tito Livio quizás el más clásico de los autores y es además, también el más clásico de esos historiadores antiguos que logran que su obra resulte para su pueblo, una epopeya nacional. Pero desde el punto de vista histórico las epopeyas nacionales no siempre aportan todo aquello que se espera de la historia, incluso sin la pretensión de plena objetividad.
Tito Livio nació en Padua entre el 64 y el 59 a C y murió en el 17 d C su origen no es aristocrático pero de familia pudiente y emparentada con la familia Druso. Fue profesor de los hijos del general romano Nerón Claudio Druso, el Germánico de los cuales uno de ellos, fue el futuro emperador Claudio que gobernó en nuestra era desde el 41 hasta su muerte en el 54. No hay duda de sus buenas relaciones incluso con la familia del emperador.
Augusto apreciaba y respetaba a Tito Livio por cuanto su obra resaltaba las virtudes del pueblo romano a través de su historia —que no eran las actuales y que el emperador se empeñaba en reconquistar, actitud rayana en la ingenuidad— quizás por esto fue el único historiador de la época que contaba con el patrocinio imperial, a pesar de cierta diferencia política, por cuanto Augusto, lo llamaba pompeyano por ser Tito Livio ferviente admirador de Pompeyo en su lucha contra César, del que Octavio fue su vengador.
Livio comenzó a escribir su historia siendo ya muy adulto, quizás más de 30 años y lo sorprendió la muerte cuando escribía sobre el año 9 d C . La obra está dividida en libros que llegaron a sumar 142 y estos fueron agrupados cronológicamente por décadas por lo que se suele llamar "Decadas" Desgraciadamente sólo se conserva menos de una tercera parte, Sin embargo la obra puede entenderse en toda su extensión gracias a que han llegado hasta nuestros días trabajos abreviados de la obra original realizadas en el siglo II a de C. .
Es una obra muy parcial por cuanto transcribe sólo fuentes romanos y para cada tema sigue a un único autor pero fue sincero al reconocer las virtudes militares de Aníbal, el general Cartaginés que tuvo en vilo a Roma durante la segunda guerra púnica. Tampoco es un frío relato de anales, por el contrario incorpora —como buen discípulo de Cicerón— mucha retórica en discursos que pone en boca de personajes que es lo que más valoriza los libros.
Para algunos el verdadero valor de la obra es más literario que histórico. En verdad los discursos son reflexiones del autor que buscan explicar los hechos tal como los considera su espíritu romano, y la alta calidad retórica le dan fuerza de convencimiento. Aprovecha el respeto que se tiene de Aníbal en Roma y le hace decir cuando está a las puertas de la ciudad,
que no viene a aniquilar sino en busca de dignitas et imperium de Cartago en alusión a las lesiones de soberanía sufridas por Cartago tras la derrota de la primera guerra púnica.
La historia comienza en los orígenes, pero las guerras púnicas son las que absorben la mayor parte y de éstas, y es en la segunda en la que se explaya. De hecho, al tratar tan ampliamente esos acontecimientos sus protagonistas principales serán los Escipiones por cuanto muchos miembros de esta familia, de la gens Cornelia, dominaron la escena política durante estas guerras que fueron el punto de partida militar y económico del imperio. Casi todos los cargos políticos y militares tuvieron durante estas guerras algún Escipión. Varios murieron en los campos de batalla y dos miembros fueron los vencedores de Cartago en la segunda y tercera de las guerra púnicas.
Estos fueron Publio Cornelio Escipión el Africano vencedor de Aníbal en la segunda guerra púnica y su nieto adoptivo, Publio Cornelio Escipión Emiliano que fue el destructor de Cartago en la tercera. A éste, se le llamó el Segundo Africano y también Numantino por ser el que acabó con la heroica Numancia. Pero el Primer Africano no murió con la gloria del triunfador sino con el dolor de la calumnia de corrupto a un hermano, que el acompañaba en Oriente. El poder engendra muchos enemigos. Pero al margen de falsedad o verdad, observamos que el tema corrupción tiene su historia. El Segundo Africano murió asesinado.
Por fortuna, de los libros de la "Ab Rome Condita" que se conservan se encuentran los primeros, y en ellos, y a pesar de todas las críticas historiográficas, se puede leer y dejarse atrapar con el relato de la irrupción en la batalla por las Sabinas con la misma candidez que los hombres del antigüedad creían en las leyendas.

Fin.

Bibliografía:
Kovaliov, S.I. "Historia de Roma" T. II La República (2da. parte) Bs.As., Futuro, 1959.
Jones, A.H.M. "Augusto" Bs.As., Eudeba, 1974.
Grimal, Pierre. "El siglo de Augusto" Bs.As., Eudeba, 1960.
Livio, Tito. "Historia de Roma desde la fundación" "Anibal contra Roma" "Roma vence a
/ Cartago" Madrid, Planeta-DeAgostini, 1998. Traducción y notas de José Antonio Villar
/ Vidal. Biblioteca Clásica Gredos.
Selección y compaginación: Ernesto Del Gesso.
PROPERCIO, el desconocido.

Sexto Aurelio Propercio fue un poeta romano nacido en la antigua región de Umbría que hoy en parte, ocupa la provincia de Perusa, cuya ciudad capital del mismo nombre, es una de las nueve que se disputan el honor de ser cuna del poeta. Pero en esa provincia es la legendaria Asís, la que reune mayor consenso como lugar de naciemiento, por lo menos en las fuentes bibiliográficas consultadas.
No hay fecha cierta de su nacimiento y son diversas las que se asignan, una de ellas es en el 708 de la fundación de Roma (754) que en nuestro calendario sería el 46 a de C. Su familia era del orden ecuestre (caballero romano) cuyo padre fue víctima de las guerras civiles. Su madre lo llevó a Roma para estudiar. Logró asimilar una amplia cultura, pero fue su poesía la que le permitió destacarse en esa ciudad donde murió muy joven, a los 30 o 35 años, en el 15 a de C.
Vivió durante el período más brillante de la literatura latina que se produce a fines de la república (época del asesinato de Julio César en el 44 a de C.) y los inicios del imperio de Augusto (27 a de C. a 14 d de C.) que es donde llega a su máximo esplendor, producto de varios factores. El principal de ellos es la propia maduración de ese arte que se venía gestando desde mucho tiempo atrás. El alcance del cenit en ese espacio de tiempo no escapa a la situación de paz que se vivió luego de las guerras civiles.
Pero además, será también factor prponderante una clara política de enaltecer al imperio y al emperador mismo. Política que el imperio, en realidad el emperador, tuvo un vital ejecutor, que fue Mecenas Cayo Clinio, hombre de la nobleza y consejero de Octavio desde antes de ser elevado a la dignidad de Augusto. Fue el artífice de la reunión en palacio de poetas y artistas, a los que trató por igual salvándoles cualquier dificultad económica (que muchos la tenían). Su trabajo no lo realizaó sólo por lo que hoy llamaríamos amor a la cultura, sino con gran visión de estado. Su gran logro fue que la grandeza de Roma fuese no sólo la de sus triunfos en las guerras, sino también la su cultura. Grecia era el gran modelo. Legó su nombre a la institución del mecenazgo.
Acceden al entorno de Augusto, Ovidio, Horacio, Virgilio y otros de casi igual valía, entre estos Propercio, que quedan velados por las sutilezas que hacen transcendentes a aquellos. Para algunos autores, Virgilio y Horacio son los únicos que pueden anteponerse a Propercio, quien, con Ovidio y Tibulo son los más grandes elegíacos latinos. Nuestro héroe de la poesía elegíaca, era también un verdero erudito y su saber lo volcaba en sus elegías a las que sobrecargaba con citas mitológicas.
Sus modelos, como la de todos los literatos de su medio y época, fueron griegos, pero marca la diferencia del estilo latino Tuvo su musa inspiradora en Hostia, su gran amor, que él llamó Cintia, musa que no sólo lo inspiraba en el placer del amor, sino en el dolor de los amores no fieles y que al final lo abandonó. Para él fue una pasión juvenil iniciada a los dieciocho años. Ella era una hermosa mujer, bastante mayor que él, que no se privaba de los convites y amores pasajeros de los muchos hombres que en Roma difrutaban de la riqueza suficiente para atraer cortesanas.
En los cuatro libros que se conocen de su obra, Propercio lleva la tristeza elegíaca, desde el ciego amor por Cintia en el primero, pasando por los dos siguientes que expresan las pasiones extremas del amor —el goce y el dolor— hasta el canto a Roma en el cuarto. Éste, producido después del rompimiento con su amante, que morirá al poco tiempo. En sus cantos a Roma la épica estará presente, pero principalmente —en vuelco total de su vida amorosa con la cortesana (y otras pasajeras a más de Hostia)— resaltará el dolor y el valor de las matronas romanas, las esposas legales, cuando sus maridos van a la guerra por la angustia de la espera de su regreso en fidelidad, evocando a Penélope.
Hay en este libro una clara concordancia con la política moralizadora y de restauración de valores de la Roma austera de antes del imperio, que intenta Augusto. Sólo fue un intento. De todos modos, el intento fue sincero y uno de los medios fue a través de revalorar el matrimonio. Este era el objetivo de Porpercio en sus últmas elegías. Pero no dejará de recordar a su amada, incluso en este último libro, tan alejado de aquellos de la pasión, que el alejamiento y la muerte no fueron suficiente para provocar el olvido.

Fin

Bibliografía:
Grimal, Pierre. "El siglo de Augusto" Bs.As., Eudeba, 1965.
"Líricos y elegíacos latinos" Tomo II en Biblioteca clásica T. CCXXXI, Madrid, 1914.
Enciclopedia Británica.
Enciclopedia Universal Ilustrada Espasa
Cárdenas, Eduardo. "Diccionario biográfico universal" México, Enciclopedia Moderna, 1963.
Selección y composición: Ernesto Del Gesso

HORACIO

HORACIO

La muerte con pies iguales
mide la choza pajiza
y los palacios reales.

Oda de Quinto Horacio Flaco —Horacio— (65 + 8 aC) poeta lírico latino de la Roma Imperial de Augusto. Este autor, unido en inspiración con Virgilio, junto a la escultura y arquitectura de la época, son factores del nombre de Siglo de Oro de Augusto, dado por la historiografía para identificar la época más brillante de la historia de Roma.
Los nombres del emperador y los artistas, están ligados al de Cayo Clinio Mecenas, noble romano, amigo y consejero de Octavio desde mucho antes de que éste sea dignado Augusto. Mecenas invirtió gran parte de su fortuna en el sostenimiento de los artistas de la época. Su nombre se transformó en la institución del mecenazgo, tan destacada en el Renacimiento.
Mecenas no disimulaba su interés político en exaltar y honrar a su emperador rodeándolo de figuras culturalmente destacadas, que era una forma de glorificar a Roma y emular la gloria de Grecia por sus artistas, pero Horacio, mantuvo su independencia con tanto valor que, al ofrecimiento de funciones oficiales, respondió, al propio emperador, que prefería su Sabina a los honores de la corte. Sabina era su comarca, la de la leyenda del rapto de las sabinas.
Sus obras, de muy variadas composiciones poéticas, son de extraordinaria sencillez y los temas que abordó, la alabanza al amor, el valor de la moderación en la vida, la brevedad de ésta, la muerte, su aceptación y la igualdad que ella otorga, como se manifiesta en la oda expuesta, transforman la sencillez de los temas en una verdadera filosofía de la vida.
Fin.
Bibliografía:
Grimal, Pierre. "El siglo de Augusto" Bs. As., Eudeba, 1965.
Jones, A. H. M., "Augusto" Bs.As., Eudeba, 1974.
Millares Carlo, Agustín. "Historia de la Literatura Latina", México, F.C.E., 1964.
Selección y composición: Ernesto Del Gesso

OVIDIO.
Tristeza en el Ponto: Las “Tristes” y las “Pónticas”

Salvo eruditos, intelectuales, estudiosos de la historia antigua, de las letras y gente de amplia cultura o lectura conocerán los nombres de las obras del subtítulo que pertenecen a Ovidio. Publio Ovidio Nasón, fue uno de los poetas que componían el círculo áulico de literatos y artistas con que se rodeó el emperador romano Augusto que imperó entre 31 a C al 14 d C.

Ese medio siglo es el centro del llamado siglo de oro de la literatura romana que viene evolucionando desde de Julio César, incluso antes con Lucrecio, luego Cátulo, Virgilio, Horacio, Propercio, Tibulo, aún cuando éste se desvió hacia un protector que lo llevó a Oriente y Ovidio, que cayó en desgracia y fue desterrado de Roma, motivo y tema de sus elegías, muy dolorosas —propio del género elegíaco— las “Tristes” y las “Pónticas”.

La causa de la regalatio, exilio más leve que la deportatio, por lo cual no perdió ni sus bienes ni la ciudadanía, no ha llegado a conocerse, ni de parte del imperio que no menciona la causa en la orden de extrañamiento ni por parte de Ovidio, a pesar que, en las “Tristes” el manifiesta saberlo, al señalar que hubo un hecho más grave, que aquellos factores que todos suponen.

Aquellos factores fueron sus primeras obras, anteriores a dos previas al exilio, de las cuales una de éstas es su mejor obra: “Metamorfosis”. Extraordinario trabajo de reunión de 250 leyendas sobre mitos en los que los humanos sufren transformaciones en animales, plantas o piedras La otra, la última, es “Fastos”, recopilación de las fiestas religiosas, pero su estilo más festivo que religioso no era lo que pretendía Augusto y no ayudó a borrar el encono que le venía teniendo.

¿Y cuáles fueron aquellas primeras obras factores de su desgracia? Las eróticas. Debe aclararse que en Ovidio el erotismo era sólo literario, él llevaba una vida cabal con su familia en una Roma lujuriosa. Y he aquí el punto de la cuestión. Augusto había encarado una política de moralización y recuperación de las austeras tradiciones romanas muy abandonadas.
En realidad un intento frustrado que su familia no cumplía y menos sus Julias, hija y nieta.

De aquellas obras dos han pasado a la posteridad, las “Heroidas” y el “Arte de amar”. Las “Heroidas” son cartas entre amantes y enamorados de las leyendas mitológicas, con excepción de una, pero que se duda de su autoría ya que escapa a la temática mítica de la obra; es la carta de Safo, otro símbolo del erotismo, a su supuesto amado Feón.

En el “Arte de amar” asume el papel de maestro del amor, por cuento es casi un manual sobre estos sentimientos, en particular sobre los menos sentimentales, tales como consejos para disimular la infidelidad. El tema era propicio para la época en que Roma no sólo era la capital del imperio sino también la del placer, pero en nada, según vimos, para los planes del emperador, agravado en este tema por la conducta primero de su hija y luego la nieta.

Ambas fueron desterradas en sus respectivos momentos, pero al de la joven Julia se involucró a Ovidio como amante, lo más posible es que haya sido una difamación, pero ya estaba catalogado como corruptor de su principal público, la juventud. Comenzó a circular el rumor de un castigó y a fines del año 8 d C llegó la orden del exilio forzoso y vivió “el día de sus funerales” el de la despedida de su familia. Nunca volvió a ver a su esposa y sus hijas.

Su destino fue Tomis en la costa occidental del entonces Ponto Euxino, el mar Negro, que hoy es la turística ciudad de Constanza en Rumania, pero en aquella época, el pequeño pueblo, nos relata Ovidio, estaba aislado entre las estepas y el mar inhóspito (*), donde había que cuidarse de los bárbaros escitas que no cesaban de matar colonos romanos. (A cuyo país habían conquistado y transformado en una provincia oriental más.)

Las “Tristes” y las “Pónticas” son sus últimas obras, no de la calidad de las anteriores y por demás diferentes, incluso entre sí. “Tristes” son lamentos por las acusaciones, su situación y como se señaló, el reconocimiento de un error grave que cometió, más allá de su “Arte de amar” pero sin develarlo. Además, las “Tristes” son elogios y súplicas al emperador, las que nunca fueron escuchadas, tampoco por su sucesor Tiberio en los tres años que transcurrieron entre la muerte de Augusto y la de Ovidio.

Las “Ponticas” por el Ponto Euxino, ya son poemas pesimistas. Pasado unos años el poeta denotaba haberse doblegado ante la realidad y presentía que su vida acabaría sin volver a ver a su familia y a Roma. Murió allá en el año 17 de nuestra era: 9 años de tristeza en el ponto.

(*) Si bien el mar para los griegos es thálassa, agua salada, palabra que hizo histórica Jenofonte en su “Anábasis” o “La retirada de los 10.000” por el grito de la vanguardia
al llegar a una cima y divisar el mar luego de larga marcha por los desiertos persas, este término no es de raíz indoeuropea, desconociéndose de donde la tomaron los griegos. Un sinónimo griego es ponto, mar salado, Ponto Euxino de “Eu”, bueno y “xenos”, extranjero, significa “Mar Hospitalario” pero no es una paradoja por las reales características del mar, sino que empleaban una “Eufenia” palabra de buen augurio, que se usaba para evitar las palabras de mal augurio. En castellano es una antífrasis, figura que menciona lo contrario de la idea real. Era una forma de evadir el terror que representaban las tempestades de ese mar.

Fin.

Bibliografía:
Grimal, Pierre. “El siglo de Augusto” Bs.As., Eudeba, 1965.
Grimberg, C. y Svanström, R. “Historia Universal” T. 3 Roma. Bs.As. Círculo de Lect. 1984.
Kitto, H.D.F., “Los griegos” Bs.As., Eudeba, 1966.
Ovidio. “Heroidas” Madrid, Alianza, 1994.
Ovidio. “Tristes” Madrid. Planeta De Agostini, 1998.
Selección y composición: Ernesto Del Gesso.
MECENAS. La institución del Mecenazgo.

La práctica de protección a artistas de distintos ámbitos de la cultura tiene raíces históricas muy antiguas. Estas prácticas son muy anteriores a la institucionalización de las mismas alcanzada con la denominación de mecenazgo. Es muy posible que desde tiempos arcaicos, muchos de los poderosos emperadores, reyes, reyezuelas o nobles, hayan tenido esa vocación de sostener las artes. Éstas, en general, eran practicadas por individuos que carecían de medios para hacerlas conocer y valorizarlas. La protección les permitía su difusión ante círculos áulicos en los casos de literatura y música y embellecimiento de palacios por parte de plásticos y escultores. La protección se extendía también a hombres de ciencia.

De más estaría intentar investigar el inicio de esta práctica en algún espacio y tiempo, así que podemos partir para recordar la antiguedad de la misma, recurriendo a épocas muy cómodas de recordar en cuanto individuos de cultura de base grecolatina. Para no evadir el sentido de comodidad, seamos prácticos y ubiquémonos en en el corazón de la Grecia clásica y en su gobernante más representativo de ese siglo V antes de Cristo, Pericles.

Este gobernante ateniense y hegemón de la Liga de Delos, fuente de los recursos, protegió, entre otros, a un grande de los escultores griegos y del arte universal, Fidias. La protección fue de tanto peso que después de las obras del partenón en Atenas, el famoso artista esculpió su obra maestra, la esatua de Zeus en Olimpia, establecido en ese pequeño poblado entre los años no olímpicos, en carácter de desterrado, acusado de quedarse con parte del oro utilizado en las obras del partenón. En realidad, en términos modernos, fue un tiro por elevación dirigido a Pericles, a quien, como todo gobernante y triunfador, enemigos no le faltaban.

Continuando con las prácticas de protección a artistas en el ámbito cultural grecolatino de Grecia, pasamos a Roma, pero para este tema, Roma no es un lugar más donde sus gobernantes protegen a los artistas, sino que es donde se produce la institunialización de la práctica que, como hemos señalado, se alcanza dando una denominación a la misma: Mecenazgo. La institución del mecenazgo no recibe el nombre por bautismo en concilio, sino que con el tiempo, acentuado en el renacimiento, se pasará a llamar en forma universal a la antigua práctica que en Roma es llevada a cabo por Cayo Clinio Mecenas.

Mecenas fue un noble romano de la más alta aristocracia, amigo y consejero de Octavio desde mucho antes de que éste sea dignado Augusto. Invirtió gran parte de su fortuna en el sostenimiento de los artistas de la época pero con fines diferentes a los llevados a cabo por los demás miembros de la aristocracia y generales. Los aristocracia, aparte de otros artistas para prestigio personal, les interesaba contar con literatos para mantener por escrito el linaje de su rama familiar y de la gens. Los generales mantenían a su cargo y se hacían acompañar en las campañas por hombres de letras para poetizar sus victorias.

Mecenas lo hace con fines más altos. Más allá de ayudar a quienes compartían su amor a las letras, y que él practicaba, no eran para su prestigio, sino con el alto objetivo de exaltar y honrar a su emperador rodeándolo de figuras culturalmente destacadas, que era una forma de glorificar a Roma y emular la gloria de Grecia, que perduró por sus artistas. En gran medida puede hablarse de una política oficial llevada a cabo con gran sutileza que resultó muy beneficiosa, tanto para el emperador Augusto, como para Roma y las letras latinas, no en vano a ésta época se la conoce como el Siglo de Oro de la Literatura Latina.
Representantes típicos de ese siglo de oro de la literatura latina fueron Virgilio, Horacio, Propercio, Ovidio y muchos otros. Todos ellos gozaron de la protección y apoyo de Mecenas y lógicamente de Augusto, pero más allá del carácter sutil de la intención, no sufrieron presión política y además gozaban de total libertad de expresión. Por otra parte, Mecenas brindó su amistad a quienes compartían su pasión por las letras, en realidad con escasa dedicación y producción, aún cuando está calificado literariamente como poeta preciosista. La afinidad de Mecenas con literatos nos ofrece en esta rama mayores posibilidades de ejemplos sobre la protección a los artistas, pero estaba extendisa a todos los niveles de las artes y las ciencias.

Sin embargo, muchas de las obras versaban sobre temas rurales y eran coincidentes con la política del emperador de volver a la antigua austeridad campesina y regenerar las corruptas costumbres en que había caído la sociedad romana en su paso de la república al imperio, tema en que el exitoso gobierno de Augusto, puede anotarse en el registro de objetivos no logrados. La posible dirección u objetivos de aquellas manifestaciones literarias, hacen presumir que a pesar de lo expuesto, alguna influencia se hacía sentir por el solo hecho de los privilegios que gozaban.

Pasada a quella época y unos siglos más de existencia del imperio, después de su caida, es posible que por muchos siglos posteriores pocos recordasen a Mecenas. Pero a partir del XV y durante el XVI, los siglos del Renacimiento, el renacer de las artes grecoromanas, la confluencia de un grupo de pintores, escultores, arquitectos, literatos, filósofos y hombres de ciencias, en un marco de auge económico permitió la realización de grandes obras arquitectónicas y artísticas. Y es en este momento que resurge la modalidad de protección a los artistas y ejecutores de esas obras en el ámbito de las cortes europeas, principalmente en Roma. A quienes aplican esta práctica, reyes, duques, magnates y papas, se los identificará con Mecenas y se los llamará mecenas. La práctica generalizada, será el mecenazgo.

Desde los papas Julio II y León X, mecenas de los artistas de San Pedro, pasando por los Sforza de Milán, de los cuales Ludovico, el Moro lo será nada menos que de Leonardo da Vinci, hasta Lucrecia Borgia que en Ferrara disponía de la riqueza del duque, su esposo, para esta práctica, algo más noble que otras que le achaca la historia, elevaron a la altura de la época la institución del mecenazgo. Pero debe aclararse que este mecenazgo, aparte de algunos casos de total protección con mantenimiento, consistía en los altos pagos que se efectuaban por las obras a los artistas de fama, en algunos casos ofrecidos, en otros cobrados como precio u honorarios por sus trabajos.

Este último aspecto de los altos honorarios tuvo efectos más positivos para los artistas que la mera protección, por cuanto les permitió liberarse de los gremios y talleres y además un importante ascenso en la escala social. Primero por el salto de estatus de artesanos a las de poetas y eruditos y por la disponibilidad económica que alcanzaron niveles de evidente riqueza. Muchos que no tenían la talla de los muy conocidos poseían grandes casas e incluso fincas rurales. Entre los famosos del Cuattrocento, Leonardo da Vinci recibía elevados sueldos oficiales en miles de ducados en Milán y mucho más en francos desde la Francia de Francisco I, país en el que murió. Sumados estos enormes ingresos eran una verdadera fortuna. En el Cinquecento es muy conocida la magnifica vida que llevan Rafaél Sanzio y Tiziano Vocelli. Muy diferente era la modesta y misogénica (sólo un amor platónico) vida llevada por Miguel Angel Buonarroti que rechazó pagos por trabajos en San Pedro, pero porque su fortuna se lo permitía, según explica Hauser en su Historia Social de la Literatura y el Arte.
El mecenazgo no dejó de practicarse en siglos posteriores con distintos fines, algunos con el de proteger a los artistista y el arte, y en otros, el arte y los artistas se beneficiaban de la práctica con fines políticos. En el siglo XVIII en Europa era común el mecenazgo de políticos o gobiernos principalmente a escritores a la par de los privados. Pero en Inglaterra, el mecenazgo con finalidad política tuvo un serio golpe por varias causas. Una de ellas fue la ampliación de lectores; otra el acta de derecho de propiedad del autor de 1709, causas que exigirían explicaciones, como la liberación de los escritores pero con otros efectos que exceden nuestro objetivo. Pero hay otra más directa. El pleno dominio en el parlamento de los Wigh, desplazó primero a los mecenas cortesanos y al poco tiempo, al no necesitar más del apoyo literario como un medio más para lacanzar el poder, acabó con el mecenazgo político.

En la actualidad, personas de alto nivel económico que en forma particular directa o por medio de fundaciones que sostienen instituciones de arte o bien otorgando becas, mnatiene vigenta la instiución del mecenazgo. Por otra parte, en varios países los estados nacionales, estatales o provinciales, han instalado o tratan de legislar, diferentes legislaciones que llevan a la creación de un mecenazgo con apoyo, control o intervención oficial. La recaudación de fondos no es muy conflictiva por cuanto se trata de beneficios impositivos a aquellas empresas que desarrollen actividades en favor de la cultura artística. El problema para los que no tienen resuelta la legislación, estriba en quienes manejarán los fondos y de ello deriva quienes serán los destinatarios. Es el caso argentino de un proyecto de ley con media sanción.

Tanto Mecenas como los mecenas renacentistas, no tuvieron los problemas que el mundo contemporáneo impone, por lo que bien podría decirse con Becquer, que Mecenas y los mecenas, esos, no volverán.
Fin.

Bibliografía.
Grimal, Pierre. “El siglo de Augusto” Bs. As., Eudeba, 1965.
Jones, A. H. M., “Augusto” Bs.As., Eudeba, 1974.
Millares Carlo, Agustín. “Historia de la Literatura Latina”, México, F.C.E., 1964.
Hauser, Arnold. “Historia Social de la Literatura y el Arte” Madrid, Guadarrama, 1968.
Selección y composición: Ernesto Del Gesso.